CONTRA EL LIBERALISMO por Mao Zedong
Jul 21, 2011 by oclg No Comments Posted under: clássicas, Mao Zedong
CONTRA EL LIBERALISMO por Mao Zedong
(llco.org)
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7 de septiembre de 1937
Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella
es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás
colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los
comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma.
Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y
propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo decadente y
vulgar, que conduce a la degeneración política a algunas
organizaciones y miembros del Partido y demás colectividades
revolucionarias.
El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:
A sabiendas de que una persona está en un error, no
sostener una discusión de principio con ella y dejar pasar las cosas
para preservar la paz y la amistad, porque se trata de un conocido,
paisano, condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o
viejo subordinado. O bien buscando mantenerse en buenos términos con
esa persona, rozar apenas! el asunto en lugar de ir hasta el fondo.
Así, tanto la colectividad como el individuo resultan perjudicados.
Este es el primer tipo de liberalismo.
Hacer críticas irresponsables en privado en vez de
plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a
los demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o
callarse en las reuniones, pero murmurar después. No considerar para
nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las
inclinaciones personales. Este es el segundo tipo.
Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente;
decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de que
algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse
únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo.
Desobedecer las órdenes y colocar las opiniones
personales en primer lugar; exigir consideraciones especiales de la
organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto tipo.
Entregarse a ataques personales, armar líos,
desahogar rencores personales o buscar venganza, en vez de debatir
los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la
unidad, el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el
quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no refutarlas, e
incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar
sobre ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado.
Este es el sexto tipo.
Al hallarse entre las masas, no hacer propaganda ni
agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles
preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor
preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y
comportándose como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo.
No indignarse al ver que alguien perjudica los
intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni
razonar con él, sino dejarle hacer. Este es el octavo tipo.
Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación
definidos; cumplir sólo con las formalidades y pasar los días
vegetando: “mientras sea monje, tocaré la campana”. Este es el
noveno tipo.
Considerar que se ha rendido grandes servicios a la
revolución y darse aires de veterano; desdeñar las tareas pequeñas
pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en el
trabajo y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.
Tener conciencia de los propios errores pero no
intentar corregirlos, tomando una actitud liberal para consigo mismo.
Este es el undécimo tipo.
Podrían citarse otros tipos más, pero los once
descritos son los principales.
Todas éstas son manifestaciones de liberalismo.
En una colectividad revolucionaria, el liberalismo
es extremadamente perjudicial. Es una especie de corrosivo, que
deshace la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea
disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su organización
compacta y de su estricta disciplina, impide la aplicación cabal de
su política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas
que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa.
El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña
burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y
relega los intereses de la revolución al segundo, engendrando así
el liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo.
Los adictos al liberalismo consideran los principios
del marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo, pero no
están dispuestos a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no están
dispuestos a sustituir su liberalismo por el marxismo Tienen su
marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo pero practican
el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo para
ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran aplicación
para uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.
El liberalismo constituye una manifestación de
oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y,
objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre
si en nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser tal su
naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas
revolucionarias.
Debemos emplear el espíritu marxista, que es
positivo, para superar el liberalismo, que es negativo. El comunista
debe ser sincero y franco leal y activo, poner los intereses de la
revolución por encima de su propia vida y subordinar sus intereses
personales a los de 1a revolución; en todo momento y lugar ha de
adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra
todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la vida
colectiva del Partido y la ligazón de éste con las masas ha de
preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún
individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una persona
así es digna de llamarse comunista.
Todos los comunistas leales, francos, activos y
honrados deben unirse para combatir las tendencias liberales, que
cierta gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He
aquí una de nuestras tareas en el frente ideológico.